El alimento ideal
¿Cuál es la clave para obtener ese equilibrio que llamamos bienestar y que todos buscamos?
Es una pregunta que aún sigue sin responder y que ocupa los encabezados de libros y revistas en los últimos años; hoy más que nunca. Y es paradójico, pero mientras más sabemos, más compleja es la búsqueda. El solo pensar que la nutrición como ciencia tiene menos de 200 años, y su investigación científica en muchas ocasiones conduce a resultados contradictorios debido a la infinidad de variables a tener en cuenta a la hora de asociar el impacto del alimento en la salud de una población específica, nos lleva a la conclusión de que alimentarse bien y vivir sanos debería ser más sencillo. Además, desde hace doscientos mil años el hombre se ha adaptado sin tanta información a sobrevivir en multiplicidad de condiciones, e incluso ha llegado a ser longevo sin ayuda de la tecnología y los avances científicos.
Hija de padres diabéticos, con hipertensión e hígado graso, y una formación médica donde hace treinta años ninguna facultad de medicina hablaba de la influencia de la alimentación y un adecuado estilo de vida en la salud, creí estar predestinada a enfermar como mis padres. Fue así como en la búsqueda de encontrar respuesta a mis interrogantes conocí la medicina funcional, una forma de ver la medicina y la salud desde la prevención, y a la enfermedad desde la causa. A diferencia de la medicina convencional, este tipo de medicina está centrada en el individuo. Es así como no se define qué enfermedad tiene una persona sino qué persona tiene la enfermedad, ya que los mecanismos que conducen a ella son diferentes en cada individuo teniendo en cuenta su genética, sus hábitos y la interacción de ellos con el ambiente en el que se desenvuelve.
La medicina funcional tiene además como eje principal y herramienta terapéutica el alimento. Pero ¿qué es comer bien? El libro “Saber Comer” de Michael Pollan lo resume sabiamente en siete palabras: “Come comida, con moderación, sobre todo vegetales”; a las cuales yo le agregaría una octava: come comida “real”.
En lo real está la clave del alimento ideal, ya que al seguir estas reglas si al menos un 80 por ciento de lo que comiéramos fueran alimentos no procesados, frescos y de buen origen, tendríamos un gran avance en la prevención de enfermedades y en nuestro bienestar.
Desde la industrialización de la comida en los últimos 60 años, la aparición de innumerables alimentos empaquetados, no perecederos y de bajo costo, la salud mundial dio un vuelco, mejor dicho, se lanzó al vacío. Ahora, de las 10 causas principales de muerte no infecciosa las cuatro primeras están relacionadas con malos hábitos alimentarios.
Hace no más de 20 años la ciencia describió el término epigenética para explicar cómo nuestros genes pueden ser modulados e incluso “apagados” por nuestro estilo de vida y favorecer o prevenir enfermedades. Este conocimiento nos hace entender por qué una alimentación más limpia y consciente es hoy más relevante que nunca y cómo ya no estamos predestinados a sufrir las enfermedades de las que solían morir nuestros abuelos si hacemos un buen uso de nuestro cuerpo y la información que tenemos disponible.
Es paradójico y a la vez sorprendente cómo volvemos al origen y cobra vigencia la frase hipocrática del siglo IV a.c.: “Que la comida sea tú Que la comida sea tu alimento y el alimento tu medicina”.
Dra. Pilar Restrepo
Medicina Funcional (IFM)
Consultorio 1752 – Torre Médica 2 El Tesoro
www.drapilarrestrepo.com
@drapilarrestrepo
(+57) 305 480 9158
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